Reconociendo patrones dañinos: identificando comportamientos de madres tóxicas
Hablar de una madre tóxica antes era casi un pecado por el que se te juzgaba y condenaba (como insensata, poco agradecida o maleducada). Hasta hace no mucho las madres, solo por el hecho de serlo, eran consideradas santas, intocables e intachables.
Es todo un respiro que eso haya dejado de ser así, para poder evaluar desde la ciencia y el sentir una figura tan importante en nuestra vida (quizás la más importante).
¿Qué es una madre tóxica? En un artículo Phillip Moffitt dice que una madre tiene cuatro funciones vitales con sus hijas e hijos:
- Nutridora: la madre debería de nutrir con alimentos, contacto físico, amor sin condiciones y aceptando y sosteniendo a nivel emocional. Va más allá de la lactancia materna, es ser capaz de ver y sentir las necesidades físicas y emocionales del bebé para que pueda crecer adecuadamente. Que sienta confort, que esté bien alimentado, que sea sostenido lo suficiente en brazos, que se celebre su llegada como el ser que es (sin pretender que sea nada o nadie más).
- Protectora: es el instinto de que nada ni nadie dañe a nivel físico ni emocional al bebé. Es ser su guardiana, es proveer de un ambiente de estabilidad emocional donde sienta seguridad.
- Empoderadora: transmitir independencia, auto confianza y empoderamiento para que el bebé se sienta capaz. Eso implica tener paciencia, ser justa, generosa y prepararse para que la siguiente generación te iguale, e incluso te supere. Implica dar educación, disciplina y oportunidades de aprender (también de los errores). Esto solo es posible recibirlo de una madre con autoestima que permite al bebé encontrar su propio poder haciendo lo que sea que haga.
- Iniciadora: es transmitir al bebé la sensación de que tiene una identidad en la familia y la comunidad, de que es un miembro valioso. Y que cuando tenga que irse se irá sin culpa para empezar su vida.
Bien. Una madre tóxica sería la que no cumple estas funciones:
- Alimenta, pero no nutre: es decir que sí, que nos da comida, pero quizás mientras da el pecho está pensando o haciendo otra cosa, y no ve al bebé, no conecta. Toca y acaricia lo justo, habitualmente porque a ella le hicieron lo mismo y no se siente cómoda con el contacto. No se adelanta a lo que siente el bebé, porque a duras penas sabe lo que siente ella misma. Está desconectada de sus emociones, las juzga o no las sabe gestionar. Puede que tenga ansiedad y ni lo sepa, que justifique sus emociones sin hacer nada con ellas y eso dé poco confort al bebé para mostrar las suyas y tener una buena guía en lo que hay que hacer con ellas.
- Se cree protectora: sobre todo cuando piensa que alguien de fuera pueda hacer un daño físico a sus hijas e hijos. Lo que no ve es que el mayor daño suele tener lugar dentro de la familia, quizás incluso por ella misma. Puede que faltando el respeto, haciendo chistes sobre su manera de ser, no siendo justa, no cuidando de los abusos que pueda sufrir a nivel físico, claro, pero también emocional y sexual.
- Confunde la esclavitud familiar con el amor y pone sus miedos por encima de las necesidades de crecimiento de sus hijas e hijos. Utiliza el miedo, la rabia o la tristeza para que la siguiente generación haga lo que ella quiere. Y culpa cuando no hace lo que esperaba o se supone que debería de hacer. Una madre que cumple su función tampoco ahoga, ya que entiende que ese ser es libre y ella debe asegurarse de que lo sea. Sin chantajes y manipulaciones cuando busque su independencia. No intenta empequeñecer a sus hijas e hijos.
- Te dice que nadie te va a querer como tu familia, que sin ella no eres nada, que no eres suficiente. Da a entender con sus actos que las hijas e hijos no son dignos de amor solo por existir, que deben hacer cosas para demostrar que pertenecen, que deben ganarse el respeto y que siempre deben de cuidar de su madre y su padre, por encima de sí incluso.
Las madres tóxicas no han sido debidamente amadas. De hecho ni saben lo que es eso, con lo que perfectamente te podrán hablar de una infancia feliz, que no tuvieron. De ahí que, a mí personalmente, no me guste llamarles tóxicas porque son víctimas y a su vez hijas de víctimas (y así sucesivamente). No saben que hacen daño porque están tan desconectadas de sí mismas y el origen real de sus emociones, que no pueden detectar sutilezas en otra persona.
Les faltó su propia madre, bien por ausencia física (por trabajo, enfermedad o muerte) o por no estar presentes para ellas. Puede que sí que estuvieran, pero fueran violentas o infantiles.
Una madre de estas características va a pedir a la siguiente generación que le dé lo que su madre (o su cuidadora o cuidador primario) no le dio: seguridad, reconocimiento, ser amadas incondicionalmente, ser sostenidas, ayudadas, priorizadas, vistas…
Se enfadará, enrabietará o victimizará en caso de no recibirlo. Lleva esperándolo toda la vida. Se lo pidió a su madre y/o a su padre, que se lo negaron. Se lo pidió a sus hermanas y hermanos, a sus amigas y amigos, a su pareja. Lo que le dieron no cubrió para nada sus necesidades.
Entonces llegan los bebés, cuya vida depende de ellas y que no les negarán nada (porque no pueden), que se dañarán a sí mismos con tal de sobrevivir. Así que sí sus hijas e hijos le darán a esa mujer lo que pida, hasta que sean mayores y se quieran lo suficiente como para negárselo.
En general hay que decir que aunque esto también puede afectar a los hijos, afecta sobre todo a las hijas. Ya que las mujeres en esta sociedad estamos educadas para no cuidarnos y cuidar a los demás, y la presión para ceder ante ciertas circunstancias es mayor. No es lo mismo una hija que dice que no está en el mundo para hacer feliz a sus padres y darles lo que les faltó, que un hijo.
Y es importante dejar claro, antes de seguir, que no es culpa de las madres, es el resultado de una sociedad que no prioriza la vida, ni el amor, ni el bienestar. Es una cultura que nos arrastra y nos hace normalizar comportamientos dañinos para mantenerla.
Una “red flag” habitual son las madres que le dicen a sus hijas que son “sus mejores amigas”. Porque una hija no es una amiga, es una hija. Una amiga es una igual que puede sostenerte, es alguien a quien puedes contarle tus cosas y para esa persona no va a ser una carga personal, sencillamente querrá ayudar o te podrá límites en nombre de la amistad. Una persona igual es aquella a la que deberíamos de contar nuestras cosas para desahogarnos, es decir, es alguien de nuestra jerarquía. Eso incluye pareja, amistades, hermanas y hermanos, compañeras y compañeros de trabajo, primas y primos… Una hija no es una igual.
Cuando le cuentas tus problemas a tu hija, como si fuera tu amiga, le estás cargando con ellos, puede que incluso la estés utilizando como basurero emocional (hay niveles). Que una madre se quede tan contenta cuando se expresa y que crea que eso refuerza su vínculo si su hija intenta ayudar, no se da cuenta de que está cargando a la siguiente generación.
En muchas ocasiones de hecho a esa hija la han colocado en el papel de sustituta de la pareja, para dar apoyo emocional, solucionar problemas o tener una aliada incondicional. Y es que, en el momento en el que esa hija pone límites sobre qué quiere o no escuchar, dónde se siente bien ayudando y dónde no, lo más probable es que no sean bien recibidos.
¿Qué hacer entonces? Colocarte sabiendo que eso no va a ser agradable, reconocer las dinámicas dolorosas y salir de ellas, dejar de poner las necesidades de tu madre sobre las tuyas, poner límites y mantenerlos, asumir que la felicidad de tu madre depende de ella no de ti (en caso contrario no se está haciendo cargo de su vida), olvidarte de que tu madre te va a aprobar, a ver y a querer como tú necesitas si haces todo lo que te pide….
Además es interesante verlo desde otro punto de vista: cuando no rompes esta dinámica es porque te gusta sentirte importante. Sientes que eres un pilar en la familia, te sientes necesitada y reconocida (de mala forma, pero necesitada y reconocida, que siempre es agradable). Al estar colocada en un lugar que no te corresponde, estás impidiendo que tu madre se coloque en su sitio, que se haga responsable, que se haga cargo de lo que necesita. Es una forma de dar continuidad a una dinámica donde ella está desempoderada (aunque sea inconscientemente).
Si al pensar en poner límites a tu madre para tener una relación más sana te vienen pensamientos del tipo:
“Le voy a hacer daño”
“Mi madre se muere si le digo eso”
“Me va a matar”
“Pobrecita”
Son todo síntomas de que te estás poniendo por encima de ella, cuidándola como si fuera una niña y haciéndote cargo de cómo se siente (en lugar de dejarla a ella lidiar con eso).
Si te respetas a ti y a ella empieza a hacer cambios. Y si no sabes por dónde empezar, busca ayuda. Pero comienza o jamás serás libre de la herida materna.