Equivócate de una vez

¿Qué pasa si lo dejo con mi pareja? ¿y si me voy de esta ciudad? ¿estudio la oposición o no? ¿la cagaré del todo si dejo mi trabajo y sigo mi sueño? La respuesta es “quién sabe” y, a pesar de todo, eso no debería de pararte.
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Raquel Rús
Sexóloga, terapeuta de pareja y Profesora Acreditada por la International Enneagram Association. Autora del libro "Comunicación consciente".

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A veces me parece que andamos buscando una aseguradora que llame a nuestra puerta con un: Señora, se acabó la duda. Contrate nuestro seguro “Siempre acertará” y si se equivoca en sus decisiones damos marcha atrás y podrá tomar otra.

Para saber hacia dónde vamos solo podemos mirar dentro.”

Bien, entendiendo que eso no va a pasar, solo podemos ir hacia un sitio para avanzar: hacia delante. Eso supone dar pasos y para saber hacia dónde vamos solo podemos mirar dentro. Ahhh que a eso no estamos tan acostumbradas. Bueno, ¡vamos a ello!

Ante cualquier situación de nuestra vida sería bueno tomarnos un momento, respirar profundo y ver si nuestro corazón está acelerado, si tenemos un nudo en la garganta o si sencillamente lo que ocurre nos hace sentir estupendamente. Nuestro cuerpo sabe qué queremos, lo que pasa es que a veces hay decisiones que no nos apetece tomar por más que sepamos que es lo que nos haría más felices. Me refiero a decisiones que harán nuestra vida menos cómoda en el corto plazo. Como poner límites a alguien a quien queremos (temiendo que nos ame menos si lo hacemos), cambiar de trabajo (renunciando a un puesto fijo) o buscar un nuevo colegio para los niños porque este dicen que es muy bueno, pero ellos no van contentos por la mañana.

Tomamos muchas decisiones en el día a día y si tememos cada una de ellas sencillamente no vivimos. Hay quien en un restaurante se pasa minutos y minutos, que parecen horas, solo para elegir qué comerá. Dudando entre varios platos para finalmente preguntarte “oye, ¿tú qué vas a pedir?” y luego elegir lo mismo. Así seguro que no se equivoca, porque si está malo fuiste tú quien eligió.

Parte de ser adulto implica hacerse responsable de lo que hacemos.”

Hay gente joven muy madura y gente muy mayor tremendamente adolescente. De hecho, en esta época que vivimos hay padres que de tanto miedo que tienen a equivocarse con sus hijos, les hacen tomar decisiones que no les corresponden. Como cuando un niño de cinco años nos dice que en pleno invierno no se quiere poner el abrigo, y nosotros “Juanito, que te vas a constipar” y el pequeño con una rabieta tremenda que termina en “Vale, no te pongas el abrigo, pero si te enfrías me vas a escuchar”. Y claro que se enfría, entonces estos padres aprovechan para decirle “Ves Juanito, te lo dije”. Y ya. Y se creen que con eso están educando al niño. En realidad lo que están haciendo es evitar ser padres. Eso implica proteger, dejar salir los talentos naturales del niño, enseñar, dar guías, poner límites y, también, equivocarse con la mejor intención. A veces nada de eso es agradable y a más de uno le habrán dicho sus hijos que le odian. Pero ser padres adultos también significa saber que en realidad en ese momento pueden ser odiados, pero no lo serán en el largo plazo porque están actuando con amor, sin egoísmo alguno y buscando dejar al niño ser niño, que es su momento. Dar a los peques la responsabilidad de decisiones que no tienen la experiencia ni la edad para tomar es un acto egoísta para no hacerse cargo de las consecuencias. Los niños no deberían de tener ese tipo de carga. Ellos deben de jugar, explorar, meterse en líos y buscar límites, todo con la seguridad de que sus adultos le protegen, respetan y aman incondicionalmente. Claro que absolutamente todos los padres se equivocarán en algo, pero habiendo dado a sus hijos todo lo anterior ¿a quién le importa?

¿Por qué equivocarse es algo malo?”

Que nos equivocamos, pues nos hemos equivocado ¿qué pasa? Y a todo esto ¿qué es equivocarse? Supongo que es hacer algo con una intención y tener un resultado diferente al esperado. Pero ¿es por ello algo malo? Woody Allen dice que si no te equivocas de vez en cuando, es que no lo intentas. Si tuviéramos éxito (o lo que denominamos acierto) en cada cosa que emprendemos ¿qué aprenderíamos? Me da a mí que poco. La equivocación es algo maravilloso que nos da qué pensar, nos obliga a hacer nuevos planteamientos, nos da humildad, nos hace escuchar a los demás, nos impulsa a la búsqueda. Creo que tener errores nos mantiene en movimiento, nos hace sentir la vida. De hecho, para mí, si te equivocas es que estás viviendo. Te has atrevido, lo has intentado, no te has quedado en el mundo de las ideas pensando en todo lo que podrías ser, ni en la mente intentando tomar decisiones absolutamente racionales (cosa que es imposible porque nunca podemos evaluar todos los parámetros de algo). Y es ese espacio donde está la nada el que nos da mariposas en el estómago y nos hace ver la vida como una aventura.

Absolutamente nada que hagas va a acabar con todos esos “¿qué pasará si…?”, lo interesante sería ser capaces de lograr parar la mente y el miedo al futuro para disfrutar y apreciar nuestro presente.

En mi libro cuento una historia que leí una vez y me impactó. Habla de un hombre que decidió que quería hacer su casa con sus propias manos. Para ello aprendió sobre electricidad, fontanería, ebanistería, albañilería y muchas cosas más. Invirtió mucho tiempo en ello y finalmente tuvo su hogar donde estaba feliz. A los pocos meses un huracán arrasó la zona donde estaba su casita y se la llevó. Los amigos le comentaban “¡Qué pena! ¡Tanto trabajo para que quede en nada!” a lo que él siempre respondía “La casa puede haberse ido, pero yo no soy el mismo que la empezó, ahora sé mucho más”.

Las experiencias de la vida son así. Unas nos dan alegría porque sentimos que acertamos, otras nos dan frustración, pero siempre, siempre aprendemos más de aquello que no salió como esperábamos. Así que explora, decide, juega y equivócate. Y cuando lo hagas tómalo con calma y observa lo que has aprendido. Como el hombre de la casa, después no volverás a ser la misma persona, sabrás mucho más.

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